jueves, 1 de octubre de 2009

Santa Teresita del Niño Jesús * 1 de octubre


Santa Teresita del Niño Jesús
Virgen y Doctora de la Iglesia de Nuestra Orden.
Celebración: 1º de Octubre.

Nace en Alençon (Normandía-Francia) e l 2 de enero de 1873, entró en el Carmelo de Lisieux a los 15 años el 9 de abril de 1888, y muere de tuberculosis, el 30 de septiembre de 1897 en Lisieux, a los 24 años.

En sus cartas, obras de teatro y, sobre todo, en su autobiografía, titulada Historia de un Alma, nos ha dejado el testimonio espiritual de su vida de fe y abandono en Dios Padre en medio de las pruebas, enfermedades y sufrimientos.
He hallado mi propio lugar en la Iglesia escribió-, en el corazón de la Iglesia mi madre, yo seré el amor. Comprendiendo que el amor de Dios no era correspondido por el hombre, se ofreció a sí misma como víctima al Amor misericordioso de Dios.
Cercana a su muerte las oscuras tinieblas de la fe invadieron su alma, ofreciéndose por la Iglesia, por los sacerdotes y por las misiones.
El Papa Pío XI, la beatificó el 29 de abril de 1923, y, la canonizó el 17 de mayo de 1925, también, la declaró Patrona de las Misiones Católicas en la misma línea que San Francisco Javier, el 14 de diciembre de 1927.
El pueblo de Dios quiso construir en Lisieux, una Basílica dedicada a propagar la doctrina y espiritualidad de la gran santa de los tiempos modernos, fue inaugurada el 11 de julio de 1937. Finalmente, el 19 de Octubre de 1997, en el día mundial de las Misiones, el Papa Juan Pablo II, la declaró, Doctora de la Iglesia.
DOCTRINA DE TERESITA DEL NIÑO JESUS.
Mi vocación. El Amor:
¡Ah, perdóname, Jesús, si desvarío al exponer mis deseos, mis esperanzas, que rayan en lo infinito! Perdóname, ¡¡¡ y cura mi alma dándole todo lo que espera !!!...
Ser tu esposa, ¡oh, Jesús!, ser carmelita, ser por mi unión contigo madre de las almas, debería bastarme... No es así... Ciertamente, estos tres privilegios constituyen mi vocación: Carmelita, Esposa y Madre.
Sin embargo, siento en mí otras vocaciones: Siento la vocación de GUERRERO, de SACERDOTE, de APÓSTOL, de DOCTOR, de MÁRTIR. Siento, en una palabra, la necesidad, el deseo de realizar por ti, Jesús, las más heroicas acciones...
Siento en mi alma el valor de un cruzado, de un zuavo pontificio. Quisiera morir sobre un campo de batalla por la defensa de la Iglesia...
Siento en mí la vocación de SACERDOTE. ¡Con qué amor, oh, Jesús, te llevaría en mis manos cuando, al conjuro de mi voz, bajaras del cielo!... ¡Con qué amor te daría a las almas!... Pero, ¡ay! Aun deseando ser sacerdote, admiro y envidio la humildad de san Francisco de Asís, y si siento la vocación de imitarle rehusando la sublime dignidad del sacerdocio.
¡Oh, Jesús, amor mío, vida mía!... ¿Cómo hermanar estos contrastes? ¿Cómo realizar los deseos de mi pobrecita alma?...
¡Ah! A pesar de mi pequeñez, quisiera iluminar a las almas, como los profetas, los doctores.

Tengo la vocación de apóstol... Quisiera recorrer la tierra, predicar tu nombre, y plantar sobre el suelo infiel tu Cruz gloriosa. Pero ¡oh, Amado mío!, una sola misión no me bastaría. Desearía anunciar al mismo tiempo el Evangelio en las cinco partes del mundo, y hasta en las islas más remotas...
Quisiera ser misionero, no solo durante algunos años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y seguir siéndolo hasta la consumación de los siglos...
Pero desearía, sobre todo, ¡oh, amadísimo Salvador mío!, derramar por ti hasta la última gota de mi sangre...

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