viernes, 30 de octubre de 2009

¿Qué (no) significa “ser como niño”?


En Mc 10,13-16 dice: “Trajeron unos niños a Jesús para que los tocara, pero los discípulos los reprendían. Jesús, al verlo, se indignó y les dijo: Dejen que los niños vengan a mí; no lo impidan, porque de los que son como ellos es el reino de Dios. Les aseguro que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él. Entonces Jesús los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos”.

Para responder la pregunta planteada en el título hay que empezar diciendo que en el contexto cultural judío de la época de Jesús los niños no eran tomados en cuenta socialmente. No se les consideraba como modelo de inocencia (como la hacemos nosotros hoy) sino como modelo de inmadurez, ignorancia y torpeza. Peor aún: no conocían la Ley, necesaria para la salvación. Es muy probable entonces, que los discípulos de Jesús hayan visto en los niños una molestia inútil y absurda para su Maestro, pues no tenían aún las condiciones básicas como para entender y acoger su doctrina, y decidirse a su seguimiento. Por tanto, los discípulos, al espantarlos, actuaron lógicamente. Si hay alguien que rompió la lógica, ése fue Jesús. Situación, en todo caso, no muy lejana a lo que fue nuestra sociedad. Yo recuerdo haber alcanzado a escuchar en mi infancia aquello de que “los niños no hablan en la mesa”.

Jesús les dice a sus discípulos que de los que son “como” niños es el Reino y que hay que recibir este Reino “como” un niño. El punto de comparación es el siguiente: los niños no son autovalentes sino que dependen del cuidado de los demás y reciben las cosas no porque se las hayan ganado haciendo méritos sino gratuitamente y no se hacen mayor problema por esto. Esto significa que en una sociedad y en una religión en que lo central es el mérito y el cumplimiento, sobre todo en lo que se refiere a la salvación, Jesús hace estallar la lógica imperante al ofrecer la salvación como regalo y no como premio o sueldo por los esfuerzos realizados.

A su vez, la actitud que se corresponde con el ofrecimiento del Reino como regalo es la de ¡aceptarlo como regalo! Actitud característica de los niños que son quienes llaman a sus padres “abbá” (= papá) y reciben de ellos los dones con sencillez, espontaneidad, sorpresa, alegría y agradecimiento. No se trata de hacer méritos con grandes ayunos o realizando obras que requieren un gran esfuerzo, sino de abrirse en receptividad confiada e incondicional ante Dios. Ésta es la actitud exigida a los discípulos de Jesús.

Es claro, entonces, que la exhortación a ser “como” niños no significa cualquier cosa que se nos ocurra. No se trata, por ejemplo, de que un adulto se transforme en alguien inmaduro o en alguien que no es capaz de distinguir con claridad entre el bien y el mal. No se trata de fomentar infantilismos ni de un llamado a la ingenuidad. No se trata de un proceso de regresión y de fijación en una etapa infantil. Para decirlo de una manera gráfica: no hay que ir a comprarse ni pañales ni Hipoglós, sino de integrar las actitudes de los niños recién mencionadas en la vida adulta y que son incompatibles con ciertas actitudes adultas que nos disminuyen en humanidad.

Construir el Reino corresponde a la actitud adulta del mérito, del propio esfuerzo, actitud incompatible con la salvación como gracia. Acoger o recibir el Reino como un regalo extraordinario con confianza, sorpresa, alegría y agradecimiento, y dar testimonio del regalo recibido es lo que pide Jesús a sus discípulos de todos los tiempos.

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